El Campo “21 de Septiembre”: medio siglo de historia, visión y trabajo colectivo
El 6 de octubre de 1975 no fue un día más para el Club Atlético Estudiantes Unidos. Esa fecha marcó un antes y un después en la historia albinegra: el momento en que se firmó el boleto de compra-venta del terreno que daría origen al Campo de Deportes “21 de Septiembre”.

Medio siglo después, esa decisión —fruto de la visión y el compromiso de una comisión directiva ejemplar— sigue siendo un símbolo de lo que el club representa: trabajo, unión y futuro compartido.
Una oportunidad irrepetible
A mediados de 1975, el club atravesaba una etapa de búsqueda y planificación. En ese contexto, surgió la posibilidad de adquirir una chacra de 42 hectáreas y media perteneciente a Domingo González, ubicada a las afueras de la ciudad.
González, en un principio, no tenía intención de vender. Sin embargo, tras gestiones personales de dirigentes como Roberto Gil y Víctor Hugo Cozzarín, se logró abrir el diálogo. A partir de esas conversaciones comenzó a gestarse una de las decisiones más importantes en la historia del club: la compra del terreno que daría origen al Campo de Deportes “21 de Septiembre”.

La propuesta llegó a manos de la comisión directiva encabezada por Héctor Raúl Berrutti, presidente del club, quien vio en esa posibilidad el paso que Estudiantes necesitaba para seguir creciendo.

El tema fue presentado formalmente por Roberto Gil y Víctor H. Cozzarín, ambos miembros activos de la dirigencia albinegra, quienes mocionaron la compra del terreno ante la comisión. El valor por hectárea rondaba los 4.000 pesos de la época, una cifra considerable pero alcanzable con esfuerzo y planificación.
La decisión final se trató en la Asamblea Extraordinaria del 30 de octubre de 1975, aunque las gestiones decisivas se habían concretado antes, con la firma del boleto de compra venta el 6 de octubre, tras intensas conversaciones en Buenos Aires.

El viaje y la firma
A la capital viajaron Héctor Raúl Berrutti, en su doble rol de presidente y escribano, junto a Roberto Gil, uno de los impulsores del proyecto.
Gil era un dirigente inquieto, meticuloso y con una mirada estratégica que marcó una época. Fue él quien ideó la forma de financiar la operación sin comprometer al club. “El campo era un regalo, un negocio imposible de dejar pasar”, recordaría años más tarde.

Su propuesta fue tan simple como brillante: lotear una pequeña parte del terreno contiguo que el club ya poseía, unas seis hectáreas ubicadas sobre el Acceso Avellaneda, y ofrecer los lotes entre socios y allegados para cubrir el costo total de la compra.
De esa fracción, se vendieron cuatro hectáreas —ya que dos permanecían inundadas en aquel momento—, y con esa operación se logró financiar íntegramente la adquisición del nuevo campo.

Aquella maniobra, que el tiempo bautizó como “el negocio del siglo”, permitió concretar la compra sin contraer deudas.
“Con cuatro hectáreas compramos cuarenta y dos”, resumiría años más tarde Carlos Villemur, secretario de aquel entonces, sintetizando la magnitud del logro colectivo.
Las garantías del compromiso
Para llevar adelante la compra, el club necesitaba avales personales. Tres dirigentes dieron un paso al frente: Nelo Massola, Gilberto Calle y Eberto Pérez ofrecieron sus garantías, respaldando con su propio patrimonio la operación.
Ese gesto solidario fue decisivo. Permitió concretar la compra y asegurar la escritura, sellada definitivamente a comienzos de enero de 1976.


La historia recuerda que la celebración posterior reunió a más de 600 comensales en la vieja cancha de básquet —donde hoy se levanta el gimnasio—, en una noche de fiesta, brindis y orgullo compartido.
Del papel a la acción
A partir de entonces, todo fue trabajo. El nuevo campo, casi un descampado con algunos eucaliptos cerca de la entrada, empezó a transformarse con la dedicación de dirigentes, socios y deportistas.
Eberto Pérez fue uno de los primeros en poner manos a la obra, nivelando terrenos y abriendo los caminos internos. Poco después se sumó Carlos “Pato” Domínguez, quien diseñó la forestación inicial: plantó paraísos y álamos —muchos donados—, buscando proteger el lugar de los vientos. También fueron importantes en el armado y la puesta en valor del predio Raúl Alberto Paties y Eduardo Berazatiegui, ambos trabajando y colaborando activamente.
“El campo estaba pelado, todo sin plantación. Lo fuimos armando entre todos, paso a paso”, recordaría Domínguez años más tarde.
La primera cancha y el viaje a River
El 30 de abril de 1978, Estudiantes inauguró la primera cancha de fútbol en el Campo de Deportes, ubicada en el sector donde hoy se encuentra el natatorio.

Previo a esa construcción, Berrutti y Villemur viajaron al estadio de River Plate para consultar con especialistas sobre la orientación y el tratamiento del césped. De aquella visita surgió la decisión de orientar la cancha de norte a sur, buscando mejorar las condiciones de luz y viento en los partidos.

Aquel debut fue un cuadrangular amistoso entre Estudiantes, San Martín, Defensores y Deportivo, que marcó el traslado definitivo de la actividad futbolística al nuevo espacio.
El hipismo y el automovilismo: los primeros grandes eventos
La primera obra realizada en el campo fue el óvalo hípico, inaugurado el 3 de julio de 1977, punto de partida para una nueva etapa en la vida social y deportiva del club.

Un año más tarde, el 16 de julio de 1978, se inauguró el circuito automovilístico “Jorge Farabolini”, con una multitud de más de ocho mil personas. El evento marcó un antes y un después, consolidando al “21 de Septiembre” como un espacio polideportivo y de encuentro para toda la comunidad.

El crecimiento y la nueva etapa
El tiempo trajo nuevas obras y transformaciones. En 1997, el club trasladó su natatorio desde la sede céntrica hacia el Campo de Deportes, en el espacio donde antes se encontraba la primera cancha de fútbol.



Años después, el 28 de enero de 2006, durante un homenaje al profesor Manuel Soler, se impuso al natatorio el nombre “Barco Torrallardona”, en recuerdo de una figura querida de la natación albinegra.

Hoy, el campo sigue creciendo con nuevas disciplinas y espacios: fútbol, rugby, hockey, tenis, paleta, pádel, además de las tradicionales colonias de verano, temporadas de pileta libre y natación que convocan cada temporada a cientos de chicos y familias.
Cincuenta años después
A medio siglo de aquella compra histórica, el Campo de Deportes “21 de Septiembre” sigue representando lo mejor de la identidad albinegra: trabajo, compromiso y visión colectiva.

Lo que comenzó con una moción en la comisión directiva y un boleto firmado en Buenos Aires se convirtió en una de las mayores obras sociales y deportivas de Pehuajó.



